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Somos de la selva

  • Foto del escritor: Eréndira Hernández
    Eréndira Hernández
  • 17 may 2016
  • 3 Min. de lectura

A dos días de haber regresado de la selva aún conservo la paz y equilibrio que comúnmente da el contacto con la naturaleza y que son potencializados por los arboles centenarios en un ecosistema sobreviviente que aún puede mantener hasta los más exigentes dentro de la cadena alimenticia, como el jaguar.


Escribo esto en una servilleta, mientras veo las nubes pasar, pintándose de rosa conforme el sol se esconde. Aún no me animo a pasar el rato con la tecnología.Hay algo que no quiero perder de la selva: esa tranquilidad que me transmitió, un tipo de paz que aleja del celular y del internet, que elimina la ansiedad de estar en comunicación, una paz que me dio la sensación de estar conectada con algo muy importante, algo que te hace ser… y ya.


En el Chalchijapan (Río de Jade)

Las llamadas, los mensajes y las redes sociales pasan a último plano en un pueblo donde quien te quiere encontrar te encuentra y te cuestiona sin escrúpulos lo que sea que se necesite saber de ti. La selva me dio paz, me dijo que todo esta bien “ahora" y nada más importa.




En el chalchijapan (río de jade)


Si entendiéramos a diario que todo está bien y lo que importa es éste momento exacto, no sacrificaríamos lo hermoso de de la vida por un futuro que no existe. Eso fue lo que pasó con la selva, cayó en las garras de un futuro que no llegó; fue extirpada de su ámbito territorial original por el sueño de un futuro para el pueblo reacomodado por el gobierno y la ambición de algunos cuantos en el poder.



Se sembraron cultivos que no rindieron en una tierra hecha solo para la diversidad de especies de la selva y sus habitantes. Se remplazó con pasto para vacas atontadas por el calor, víctimas de la ley del desmonte que hace no tantos años ordenaba mantener las tierras limpias de selva o bien serían arrebatadas a los ejidatarios.


Los arroyos se han ido secando y la gente de la selva se empieza a preocupar por recuperarla… al final es ella quien alimenta los ríos, da alimento sin necesidad de potreros ni cultivos foráneos difíciles de trabajar y brinda toda la materia prima (alimento, agua, plantas medicinales y químicos, fibras textiles, gomas y resinas, combustible, aceite, etc) necesaria para mantener a comunidades humanas. Claro siempre y cuando se conserve la selva.


La ley del desmonte ya no existe, ahora quedan las costumbres de la gente que tuvo que complacer al gobierno por tantos años. Algunos de los que conocieron el lugar con la selva en su esplendor, la quieren de regreso en su cultura antes de que sus nietos la ignoren por completo.

Doña Vicky, de origen Mixe, cuenta que cuando llegó al Uxpanapa el lugar era un paraíso abastecedor de agua y alimento, actualmente su pasatiempos es cuidar su jardín repleto de hermosas plantas selváticas.


Entre los montes de pasto infinito aún hay selva prístina que mantiene bien a los animales, yo sólo pude ver a algunos, como los mono araña aunque tengo la ilusión de que el jaguar me observaba desde lo alto de un árbol o dentro de una cueva escondida. Los niños no la visitan y aunque la selva se regenera día con día y puedes ver rastros de ella creciendo en los solares (los terrenos en donde están las casas de los ejidatarios), algunos creen que viven en un rancho común y que las selvas están en el amazonas.

Irene, una de mis amables anfitrionas, en la cocina-comedor de su solar.


Es la labor de BiodiverCity A.C. promover el cariño hacia la selva y ser un facilitador para que ésta forme parte de la cultura de los ejidatarios nuevamente y así los humanos de la selva y la selva vivan de nuevo en armonía. Ésta labor es hermosa y muy importante ya que la selva no sólo proporciona beneficios en su lugar de origen sino en todo el planeta al amortiguar los cambios drásticos de temperatura, disminuyendo así los efectos del cambio climático… sin mencionar que son los pulmones del planeta y resguardan la reserva genética más importante del mundo, por lo que de alguna forma u otra todos somos de la selva.

Mono araña (Ateles geoffroyi vellerosus) (especie en peligro de extinción) en La media Luna, fragmento de selva en el Uxpanapa, Veracruz.


 
 
 

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